—Mamá quiere que me asegure de que sepas que si te está lastimando, encontraremos una manera de liberarte—.
Eso era exactamente lo que quería que el rey oyera.
—Su lobo me quiere como compañera. No me ha hecho daño. No puede. No lo hará —dije. De verdad, lo creía.
—Incluso si lo hace, debes decirles que estás bien—, dijo Silas.
Volví a mirar al Alfa. —Lo sé. Tengo que irme—.
Está bien. Lo siento por Logan.
No sonaba arrepentido.
Ambos sabíamos que realmente no lo sentía.
Y ni siquiera lo culpé. En su lugar, yo tampoco lo habría lamentado.
—Lamento la visita del rey—, dije.
Él gruñó y colgó.
Enzo me quitó el teléfono de la mano y lo guardó en su bolsillo; la rabia todavía ardía en sus ojos.
Dio un paso hacia mí. Ya estaba apoyada en la pared, así que no tenía adónde ir. —Explícate, princesa—.
—La manada de Logan ya no confía en él y lo desafió hasta…—
—No es eso. —Su voz era cortante.
—Vas a tener que aclararlo, porque podrías estar haciendo referencia a cualquier cantidad de cosas que