Podríamos tener sexo cuando queramos. Pero no en un bar. —La última palabra fue entrecortada mientras me presionaba un nudo en la espalda—. Ordenarme que me desnude en un baño público.
—Podría haberlo llevado mejor—. Noté que le costaba pronunciar las palabras. —En mi defensa, no había dormido mucho y no me avisaron—.
—En mi defensa, mis guardias hablaron con tus hermanos y ninguno de ellos pensó que el asunto del tatuaje fuera gran cosa—.
—Me gustan los tatuajes.—
—Puedo decirlo.—
—Podrías haberme contactado mediante el enlace mental.—
No quería, y sé que te duele. Todos saben que tenemos que pasar por tus hermanos para conseguirlo.
—Tú no. Me gusta hablar contigo, y no me dolió la primera vez.
¿Cómo iba a saberlo? Nunca dijiste nada.
Hubo un silencio. —Supongo que debería haberlo aclarado—.
—¿Adivinas?—
—No me des la lata. —Me pasó la mano por la espalda y me apretó el trasero suavemente. Juguetonamente. Luego volvió a poner la mano en mis hombros, reanudando el masaje—. Te quiero e