La mujer que se encontraba ante nosotros emanaba una presencia imponente. Vestía completamente de negro, lo que acentuaba aún más la severidad de su apariencia. Su cabello, perfectamente recogido en un pulcro moño, reflejaba atención al detalle y una disciplina impecable. Sus ojos, fríos y analíticos, parecían examinar todo a su alrededor con una calma calculada, mientras que su postura y porte transmitían la seguridad de alguien acostumbrado a tener el control. Cada movimiento suyo denotaba autoridad, y su actitud firme dejaba entrever una personalidad dominante y decidida.
—Sí, soy su esposa —respondí, haciendo señas a la nana para que se acercara—. Marina, ha surgido una emergencia en la empresa y debemos irnos. Por favor, asegúrate de que mi suegra esté bien atendida.—Eso no será necesario —me interrumpió la señora&