Negué de inmediato, jamás le había dado la llave de mi casa a Daniel. Era el santuario de mis padres, mi lugar más amado.
—No, jamás lo traje aquí —contesté mientras con cuidado volvía a mover las macetas a su posición original—. Sé que estuve a punto de casarme con él, pero… nunca me sentí cómoda dejándolo entrar a esta casa. Aunque, ahora que lo pienso… ¿crees que haya hecho una copia de las llaves?—Con Daniel nunca se sabe —respondió Ilán seriamente—. Cambiaremos todas las cerraduras.Asentí, sintiéndome más tranquila al compartir mi preocupación con él. Esa noche, Ilán llamó a alguien de su confianza para que instalara nuevas cerraduras de alta seguridad. Verlo tomar medidas tan rápidas me tranquilizó un poco, pero algo seg