Marina miró a su esposo, que seguía conduciendo con cuidado rumbo a su casa, sin poder creer que él todavía le diera el beneficio de la duda a esa terrible mujer que tenía a su niño Ilán como madre.
—No me creas, Armando, me he cansado de decirte que el señor Stavros descubrió algo muy malo que ella había hecho y estuvieron gritando por muchas horas. Luego él se quedó solo hablando con su abogado, que vino en medio de la noche —siguió contando mientras se alejaban de la casa—. Al otro día se fue a pedirle perdón a alguien por lo que hizo Amaya; estaba muy triste a su regreso. Yo me ausenté de la cocina solo un segundo, y al entrar, estaba Amaya haciendo café. ¿Y qué pasó después, lo recuerdas? Stavros cayó redondito con un infarto fulminante. Ella lo mató, no sé cómo, pero lo hizo, y si n