6. DE LA CIMA AL ABISMO
Con la determinación de quien ha cruzado un punto de no retorno, seguía conduciendo con las manos apretadas en el timón, como si fuera mi tabla de salvación. Ahora que la adrenalina había pasado, el temor comenzó a apoderarse de mí y a hacerme temer por mi futuro.
—Todo estará bien, Ilán, no temas —repetía una y otra vez, como si necesitara escucharlo más yo, que él. Ilán permanecía en silencio, sin dejar de mirarme; había curiosidad e incredulidad en la forma en que lo hacía—. Ya verás, tú y yo lo lograremos juntos. No dejaré que te siga usando para su beneficio. Pero olvídate de tu vida anterior, no seguirás hundido en vicios.
A través del retrovisor, vi cómo Ilán frunció el ceño al escucharme, pero no dijo nada. Solo al encontrar nuestros ojos, me dedicó una pequeña sonrisa. ¿Por qué me sonreía? ¡Estamos en serios problemas! Pensé, mirando hacia adelante y consciente del peso de la decisión que había tomado y de la batalla que se avecinaba al tener a mi suegra como mi enemiga.