52. LA PRESIÓN DE ELEONORA

 Después de terminar de hablar con Amelie, me dirigí hacia el despacho, pero me entretuve mirando el jardín, por la ventana podía ver a mi esposo. Se había encerrado en el despacho. Lo miré como revisaba todo lo relacionado con su empresa y dio órdenes a los trabajadores que lo representaban, en especial a su secretaria. Luego suspiró mientras volvía a leer el informe del resultado del análisis de los medicamentos. 

—Si tan solo fuera cierto que no padezco de abasia—dijo en voz alta. 

 Luego observó cómo su mano temblaba. Casi adivinaba sus pensamientos, de seguro deseaba hacer muchas cosas conmigo. En ese momento, la puerta del despacho se abrió; por un instante pensó que sería yo por la sonrisa que puso que se congeló en su boca al ver que era Eleonora.

—Querido, he venido a buscarte para que tomes un poco de sol &mdas
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