Le quité la ropa a Ilán con naturalidad, disfrutando de ver su hermoso cuerpo. Al llegar al baño, lo ayudé a ponerse cómodo en la tina, entrando junto a él. El agua tibia nos brindaba un momento de relajación y una rara sensación de normalidad en medio del caos que se había convertido nuestra vida diaria.
—Cuando Amelie llegue mañana —comencé a decir, mientras pasaba una mano por el abdomen de Ilán—, podremos investigar más a fondo y quizás descubrir quién está detrás de todo esto.Ilán asintió, cerrando los ojos y confiando en que, juntos, podríamos enfrentar cualquier adversidad que se nos presentara. Mientras tanto, disfrutaba de mis caricias. Jamás, en toda su existencia, había pensado verse en una situación como la actual. No había recobrado toda su movilidad normal, pero s&iacut