Tiempo después, supe por el propio Ilán que aquel día en mi boda, en la iglesia, al verme había imaginado, con felicidad, que su madre me había convencido de alguna manera para que aceptara ser su esposa y su corazón saltó alborotado. Porque siempre había estado cautivado por mí. Luego, vio toda la trampa que Amaya había desarrollado y comprobó con sus propios ojos que su madre me había arrebatado toda mi fortuna.
Por alguna razón que no comprendía, lo había puesto a su nombre, pero Amaya no pretendía que se casara conmigo por su propia voluntad, sino todo lo contrario, quería humillarlo públicamente con mi rechazo por ser paralítico. Avergonzado y triste de sentirse utilizado de esa manera, Ilán había decidido negarse al matrimonio, y me devolvería toda mi fortuna de inmediato. Pero cuando e