Con un gesto de profesionalismo y empatía, el doctor se inclinó hacia adelante y comenzó a examinar a Ivory, quien se dejó hacer con un sentimiento de gratitud y alivio. La presencia del médico parecía ser un faro de luz en medio de la confusión que la embargaba. Mientras tanto, su mirada se cruzó con la mía, y al pensarlo, un escalofrío de emoción recorrió su cuerpo. Yo, el hombre de mirada intensa y nerviosa, era su compañero de vida. Una sonrisa se dibujó en su rostro; a pesar de la incertidumbre, había algo hermoso en medio de todo: yo.
—Ivory, no debes desesperarte —le aconsejó el doctor, guardando su estetoscopio en el bolsillo de su bata blanca—. Tus recuerdos regresarán gradualmente, cuando tu mente esté preparada para asimilarlos. Es un proceso que no podemos acelerar. Lo primordial ahora es que te cuides y te des el tiem