112. CONTINUACIÓN
Asentí, sabiendo que Morgaine tenía razón. No podíamos permitirnos el lujo de subestimar a nuestros adversarios.
—Sí, debemos ser cautelosas, pero también debemos ser valientes —dije—. Tenemos que seguir adelante, por los niños, por Ilán y por nosotras mismas.
La noche cayó sobre la ciudad, envolviéndola en un manto de oscuridad y misterio. Morgaine y yo, armadas con nuestra determinación y coraje, nos dirigimos hacia la casa de Ilán. La luna llena iluminaba tenuemente las calles desiertas, creando sombras que parecían cobrar vida propia.
Con cautela, nos aproximamos a la casa y una vez frente a la puerta principal, toqué el timbre. Inmediatamente, una sirvienta nos abrió. Al reconocernos, nos informó que Ilán e Ivory se encontraban en el comedor. Sin perder tiempo, nos dirigimos hacia allí.
—Buenas noches —saludamos al entrar.
—Tía Josefina, ¿qué te trae a mi casa a estas horas? —preguntó Ilán, levantándose de su silla para recibirnos.
—Sobrino, necesito tu ayuda con algo urgente —re