Todos miraban a Ilán con la sorpresa reflejada en sus rostros, sin poder negarse a lo que les ordenaba. Luego, giró despacio hacia donde yo estaba, admirando la forma en que ordenaba, lo que me hacía ver el imponente hombre que era mi esposo.
—En cuanto a nosotros, querida Ivory —continuó Ilán, dirigiendo una mirada hacia mí que trataba de disimular una sonrisa—, lamentablemente no podemos quedarnos aquí para evitar alterar más a mamá. Nos alojaremos en tu residencia para asegurar que ella permanezca en un entorno sereno. La visitaremos todos los días. ¿Estás de acuerdo, cariño? La sorpresa se pintó en los rostros de todos los presentes ante la decisión rápida y firme de Ilán, quien parecía ser el único capaz de mantener la serenidad y el juicio claro frente a la complicada situación que había sur