Un silencio tenso se apoderó del consultorio. Ilán y yo nos miramos, con los ojos muy abiertos, procesando las terribles implicaciones de lo que el director acababa de revelar.
—¿Está sugiriendo que tiene que ser alguien cercano a nosotros el que nos está envenenando? —pregunté con voz temblorosa.—Me temo que sí —asintió el doctor con seriedad—. Tiene que ser alguien que tenga acceso a ustedes y que ha estado exponiéndolos a esta toxina de manera sistemática. Miré a Ilán y le apreté la mano, sabiendo que él estaba pensando en Amaya, su madre. ¿Pero sería en verdad ella tan inhumana para torturar a su propio hijo por tantos años? Bueno… después de todo lo que me había hecho Amaya a mí, y lo que había contado Josefina acerca de lo que le hizo a su sobrina, que le hiciera eso a