Me tiré en la cama y miré al techo. Si salía corriendo, ellos me atraparían de inmediato, aunque si... Me levanté de la cama y corrí a la puerta. Después empecé a toser con brusquedad. La puerta se abrió de inmediato, dándome un buen golpe en la cara. Caí al suelo y empecé a llorar por el dolor que estaba sintiendo.
— ¿Estás bien? —me preguntó Eirik, visiblemente preocupado.
Levanté la vista de inmediato. Era Eirik quien estaba allí, parecía muy preocupado. Así que lloré más fuerte.
— Me duele mucho —le dije dramáticamente.
Él me ayudó a levantarme y me sentó en la cama. Inspeccionó mi rostro y después acarició con cuidado mi mejilla.
— ¿Qué haces aquí? Pensé que te irías —le pregunté.
Él me miró y respiró profundamente.
— Tengo miedo de dejarte sola y encontrarme con la sorpresa de que ya no estás, así que decidí llevarte conmigo —me explicó.
Abrí ligeramente la boca y luego me levanté de la cama, alejándome de él.
— No. Tú debes irte, yo me portaré muy bien —le dije.
Él empezó a reír