La reina, después de haber sido conducida por toda la extensión del lugar, ahora se encontraba en los aposentos designados para ella y el rey. Los aposentos reales eran vastos y sofisticados, un reflejo de la grandeza de su posición. Pieles suaves cubrían el suelo, las pesadas cortinas de terciopelo mantenían la luz en su medida ideal, y tapices intrincados adornaban las paredes, contando historias de glorias pasadas.
Phoenix recorrió el entorno con la mirada, absorbiendo cada detalle. A pesar del lujo y la grandiosidad, había algo que la incomodaba. Lady Marissa Dunne, que la había acompañado en la última parte del recorrido, se detuvo junto a un pequeño espacio reservado, adornado con cristales y símbolos rúnicos grabados delicadamente en el suelo y en las paredes de piedra. El ambiente emanaba una energía ancestral. “Este espacio está destinado pa