Estamos unidos, y que así sea siempre.
La cena estaba llegando a su fin, y la atmósfera en el salón de Rivermoor aún palpitaba con la intensidad de las horas anteriores. Tras el último plato principal y la degustación de los quesos locales, los sirvientes prepararon un cierre a la altura de la tradición: pequeñas copas de licor de moras y té de hierbas, cosechadas a orillas del Gran Río, fueron dispuestas frente a cada invitado. El licor, de color profundo y aromas dulces, era una tradición de Rivermoor, un gesto de cierre y reverencia hacia el poder y la naturaleza del reino. El té, más suave y ligeramente floral, esparcía un aroma que llenaba el salón y parecía calmar los ánimos de los nobles y señores reunidos alrededor de la mesa, como un velo de serenidad.
Ulrich tomó una copa de licor en cada mano y se volvió hacia Phoenix, extendiéndole una de ellas. Sus dedos se rozaron ligeramente al hacer la entrega, y él sostuvo su mirada con una intensidad familiar. Phoenix aceptó la copa, una leve sonrisa pasando por su rostro