Ada Sloan
Con una leve sonrisa en el rostro le doy un sorbo a mi café y miro con diversión a Sergei; mi hermano mayor, quien me mira de vuelta con los ojos entrecerrados y comenzando a molestarse por mi infantil actitud.
Lo que me divierte aún más.
—Esa risita tiene nombre, a mí no me engañas —dejó la taza de café encima de la mesa de la cocina y solté una carcajada al escucharlo. Quería disimular lo más posible, pero de verdad que su cara era un verdadero poema.
No le diría absolutamente nada sobre Vlad.
Ni loca.
Hacerlo sería tenerlo monitoreando cada uno de mis pasos para asegurarse de que él no tiene malas intenciones conmigo y que verdaderamente es un buen hombre para mí.
Un paso que definitivamente me quiero saltar.
Ya lo viví una vez y no fué muy grata la experiencia, mi pretendiente en la secundaria quedó con la nariz rota por intentar sobrepasarse conmigo en el comedor al meter sus manos debajo de la mesa para tocar más arriba de mi falda.
Recordarlo me da es