El sobre blanco descansaba sobre la cama de Mariana como un objeto extraño, casi amenazante. Lo había encontrado al regresar de su paseo vespertino con los niños, colocado con precisión milimétrica sobre la colcha color marfil. Su nombre, escrito con la caligrafía impecable y formal que caracterizaba todos los documentos oficiales del palacio, parecía observarla.
Mariana permaneció inmóvil en el umbral de la puerta, con los dedos aún aferrados al picaporte. El aire acondicionado zumbaba suavemente, creando una atmósfera irreal en la habitación que durante meses había sido su refugio. Afuera, el sol de Alzhar comenzaba su descenso, proyectando sombras alargadas a través de los ventanales y tiñendo todo de un dorado melancólico.
Con pasos lentos, como si se acercara a algo que pudiera lastimarla, avanzó hacia la cama. Tomó el sobre entre sus manos, sintiendo el papel grueso y costoso. No necesitaba abrirlo para saber lo que contenía. La notificación oficial del término de su contrato, l