El sol de la mañana se filtraba por las cortinas de seda cuando Mariana despertó. Por un instante, permaneció inmóvil, disfrutando de la suavidad de las sábanas contra su piel, hasta que los recuerdos de la noche anterior la golpearon como una ola inesperada. El beso. Aquel roce de labios que, aunque breve, había desatado una tormenta en su interior.
Se incorporó de golpe, llevándose los dedos a los labios como si aún pudiera sentir la calidez de Khaled sobre ellos. ¿Había sido real o solo un sueño demasiado vívido? No, había sucedido. En la pequeña cocina del despacho, bajo la luz tenue de medianoche, sus labios se habían encontrado en lo que él había calificado como un "accidente".
Mariana se levantó y caminó hacia el baño, donde el espejo le devolvió la imagen de una mujer con las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes. Intentó convencerse de que no significaba nada, que había sido un simple tropiezo, pero su corazón se negaba a aceptar esa explicación.
Mientras se preparaba para