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La mañana siguiente llegó con una luz dorada que se filtraba a través de las cortinas de seda, pintando la habitación en tonos cálidos que deberían haber sido reconfortantes. Mariana despertó antes que los demás, encontrándose rodeada por los cuerpos pequeños de sus hijos y el brazo protector de Khaled sobre todos ellos, como si incluso en el sueño tratara de mantenerlos unidos.

Todo estaba exactamente como debería estar. La habitación familiar con sus muebles elegantes, el olor a jazmín que siempre flotaba desde los jardines, el sonido distante de los sirvientes preparando el desayuno. Casa. Su casa.

Entonces, ¿por qué se sentía como una extraña

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