Mundo ficciónIniciar sesiónMariana encontró a Rashid exactamente donde sabía que estaría: en el jardín privado del ala este, el que pocos conocían y menos usaban. Era su lugar, había aprendido, donde fumaba esos cigarros caros que el protocolo del palacio técnicamente prohibía pero que nadie se atrevía a mencionarle.
El reloj marcaba las once y cuarenta y cinco. Quince minutos antes de la hora de escape planeada por Sofía. Pero Mariana no iba a ninguna parte. No todavía. No sin respuestas.
Activó la grabadora de su teléfono antes de guardarlo en el bolsillo de su bata, la pantalla hacia abajo para que la luz no la delatara. Luego respiró hondo y entró al jardín.
Rashid estaba de espaldas a ella, el humo de su cigar







