El silencio de la madrugada envolvía el palacio cuando Khaled abrió los ojos. No había sido el llamado del muecín lo que interrumpió su sueño, sino una inquietud persistente que se había instalado en su pecho desde hacía días. Se incorporó lentamente, observando a Mariana dormir plácidamente a su lado, con mechones de cabello oscuro enmarcando su rostro sereno. Pasó sus dedos por el contorno de su mejilla con delicadeza, cuidando no despertarla.
El jeque se levantó y caminó hacia el ventanal. La luna menguante iluminaba tenuemente los jardines del palacio. Desde aquella altura, Alzhar parecía un lugar pacífico, pero Khaled sabía que bajo esa calma aparente se gestaban tormentas que amenazaban con arrasar todo lo que había construido.
El mensaje de Farid había llegado la noche anterior: "Movimientos inusuales en el ala este. Rashid ha convocado reuniones privadas con tres miembros del Consejo. Documentos sellados cambian de manos."
Khaled apretó la mandíbula. No necesitaba más detalles