El jardín del palacio se extendía como un oasis de serenidad bajo el manto estrellado de Alzhar. Mariana caminaba con pasos lentos entre los setos de jazmines, cuyo aroma dulce impregnaba el aire nocturno. Sus dedos rozaban distraídamente los pétalos de las flores mientras su mente intentaba procesar todo lo ocurrido en las últimas horas. El vestido de seda color turquesa que llevaba puesto se mecía suavemente con la brisa, reflejando destellos plateados bajo la luz de la luna.
Tras el enfrentamiento con la familia Al-Fayad, tras las verdades reveladas y los secretos expuestos, necesitaba este momento de soledad. O eso creía hasta que escuchó pasos firmes acercándose por el sendero de mármol.
No necesitó girarse para saber quién era. Su cuerpo lo reconocía antes que sus ojos.
—Pensé que estarías con el Consejo —murmuró ella, sin voltear a&u