Capítulo 22. Visita no grata.

El aire en la sala de interrogatorios era frío y estéril, olía a café rancio y desesperación con la luz fluorescente parpadeando intermitentemente sobre la mesa de metal. El sonido del reloj en la pared marcaba los segundos con una lentitud insoportable, como si cada tic-tac fuese una sentencia contra ella.

Belinda estaba sentada con las manos esposadas sobre la mesa, su piel pálida por el miedo y la indignación. Frente a ella, el abogado que su padre había enviado hojeaba los documentos del caso con una expresión tensa.

El inspector a cargo la miraba con una gravedad que le heló la sangre.

—Señorita Bernal, ha sido acusada de homicidio culposo y manipulación de pruebas —dijo, deslizando un expediente horrible frente a ella—. Las evidencias en su contra son contundentes. ¿Tiene algo que decir antes de que registremos su declaración oficial?

Belinda levantó la mirada, con la mandíbula tensa.

—Soy inocente —dijo con firmeza, aunque su voz tembló ligeramente.

El oficial alzó una ceja y a
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