Capítulo 21. Fabio denuncia a Belinda.
La lluvia golpeaba los ventanales de la mansión Rossi como lágrimas heladas. Fabio, de pie frente a la chimenea apagada, apretaba entre sus manos el collar de plata que Belinda solía usar.
Las llamas danzaban solo en su memoria, recordando las risas de su hija corriendo por los pasillos. Ahora, cada recuerdo estaba envenenado por lo que había hecho Belinda.
“¿Cuándo comenzó todo?”, se preguntó, observando el reflejo distorsionado de su rostro en el cristal empañado. Belinda había entrado en su vida como un huracán de luz, prometiendo sanar sus heridas. Pero ahora, cada palabra, cada caricia, cada promesa susurrada en la oscuridad le parecía una mentira calculada.
—¿Cómo no lo vi? —murmuró, arrojando el collar contra la pared. El sonido metálico al chocar con el mármol lo hizo estremecer.
Caminó a su despacho, el silencio de su casa pesaba sobre él como una losa. Solo el tenue resplandor de la lámpara iluminaba la fotografía de Sasha que sostenía entre sus manos.
—Mi niña… —murm