Las niñas se emocionaron más, cuando miraron a lo lejos del otro lado del río, a su abuelito que se aproximaba a bajar con un palo en la mano, que en realidad era un remo, pero ellas no lo sabían en ese momento.
¡Abuelita! ¡Abuelita! ¡Ahí viene mi abuelito! – dijo emocionadísima Rossane –
¡Sí abuelita! ¡Ahí viene! – afirmó Gely –
Pero… - se quedó en silencio y dudosa Gely –
¿Qué pasa hijita? – preguntó su abuelita la señora Gela –
¡Abuelita! ¡Mi abuelito no trae la lancha grandota! – dijo Gely –
¡No hijita! Cruzaremos en el cayuco (canoa) – le contestó la señora Gela –
Ya estando más cerca don Mario en el cayuco, se dieron cuenta que estaba chico y no tenía sillas
¿En que nos vamos a sentar abuelita? Si no tiene sillas – preguntó Rossane –
Ahorita que llegue tu abuelito le pasaremos las cosas y le darán la mano para subirse y se tienen que ir agachaditas o sentadas ahí quietecitas, No se vayan a mover. – dijo cariñosamente la Señora Gela –
¡Gely! ¡tu subirás primero! – dijo la señora