El vestido de novia todavía pesa sobre mi piel, cada perla bordada un recordatorio del pacto que acabo de sellar. El fuego en la chimenea proyecta sombras que parecen bailar a nuestro alrededor, como si el mismo castillo contuviera la respiración.
Kairos está frente a mí, observándome con esa intensidad salvaje que me hace sentir desnuda aunque siga envuelta en metros de seda.
— Deberías cambiarte. —Su voz es un arrullo oscuro, un desafío contenido en cada palabra.
No hay respuesta.
No me muevo.
El aire entre nosotros vibra con algo denso, eléctrico