Cassie
Despertar nunca fue tan… suave.
Los primeros rayos de sol entraban a través de las grietas de las paredes de la cabaña, bañando mi piel en una luz cálida que se sentía como un abrazo. Mi mente, siempre al borde de la tormenta, ahora parecía calmada, como el océano después de una tormenta feroz. No había gritos, no había fuego. Solo un leve resplandor, como si el mundo hubiera decidido darle un respiro a mi alma hecha cenizas.
La cama… si es que se le podía llamar así, estaba improvisada. Piel contra piel, sin sábanas de lujo ni colchones firmes. Damon estaba allí, sentado a mi lado, su cuerpo aún caliente por la cercanía, y sus ojos brillaban con algo más que preocupación.
Sus dedos tocaban las cuerdas de su guitarra, una melodía suave, ligera. Era una canción que no reconocí al principio. Pero, al escucharla más de cerca, la memoria me llevó de vuelta a un tiempo que ya parecía tan lejano, tan olvidado.
Me acomodé, apoyando la cabeza contra su hombro, observando cómo sus dedos