— Y estaría muerta como yo - sollozó, triste.
Miré tristemente su rostro encantador.
— Parece que la muerte te ha sentado bien; estás aún más hermosa. — Forcé una sonrisa, tratando de aliviar la tensión. — Pero, ¿cómo es posible que estés aquí?
Ella rio y se levantó, y yo la seguí.
— Tus chistes siguen siendo malos - provocó, riendo. — Nuestras almas están conectadas, Sophie… Dondequiera que estés, aunque no me veas, estaré contigo.
Sonreí, reconfortada por esa certeza.
— Nunca estuviste sola, Sophie. Presencié tu lucha, tus miedos, tus lágrimas, tu transformación, tu valentía y tu evolución. — Agatha me observaba con orgullo. — Te vi protegiendo a Conan como si fuera tu propio hijo.
Asentí, rebosante de felicidad.
— ¡Lo haría todo de nuevo si fuera necesario! - Cerré los puños, demostrando determinación. — Pero, ¿por qué nunca hablaste conmigo?
— Lo intenté - murmuró Agatha, sus ojos llevando una tristeza profunda. — Pero no podías verme ni oírme. Creo que es el crecimiento de tu mag