Cuatro días para la luna llena.
Daniel cogió la jeringuilla con tapón que le tendía Pablo y la colocó con cuidado en el bolsillo trasero de su pantalón, con la boquilla hacia arriba.
Milita le sujetó el rostro entre sus pequeñas manos y le dejó un beso sobre los labios.
—Estaré de vuelta en seguida.
Era primera hora de la mañana. Pablo observó partir a Daniel y una angustia le apretó el pecho, no se le pasaría hasta que el chico volviese. Después de tantos años, estar tan cerca de la solución y no saber cómo podía terminar todo era algo que le hacía perder los nervios. Se pasó una mano sobre los ojos y recogió a Milita pasándola un brazo sobre los hombros mientras miraban a Daniel marchar.
La Colonia estaba triste, apenas habitada por los cachorros, Raquel, Nuria y un puñado de