Mundo ficciónIniciar sesiónHabía tres cosas que Aria nunca esperó encontrar en su habitación: lujo, paz, y un príncipe sentado en su cama.
La nota de Kieran quemaba en su mente. "Todos tienen secretos. Los tuyos son particularmente peligrosos."
Aria se dio un baño rápido. El agua caliente fue un regalo después de semanas sin ella. Encontró moretones en sus costillas, cortes en su espalda. Recuerdos que prefería olvidar.
Viktor comprándola por quinientas monedas. La jaula. Tres semanas de viaje. El escape cuando el carruaje volcó.
Sacudió la cabeza. No. No pensaría en eso ahora.
Salió envuelta en una bata de seda blanca y regresó a su habitación. La luna proyectaba luz plateada a través de las ventanas. Apagó las velas, prefiriendo la oscuridad.
Se acostó en la cama, hundiéndose en almohadones que parecían nubes.
Pero el sueño no llegaba. Cada sonido la sobresaltaba. El crujido de la madera. El susurro del viento. Pasos distantes en algún pasillo.
Un ruido en el balcón la hizo sentarse de golpe.
Alguien está ahí afuera.
Agarró la lámpara de aceite como arma. Se acercó a las puertas del balcón con pasos silenciosos.
Una sombra masculina se proyectaba contra las cortinas.
Las puertas se abrieron. Un hombre entró con gracia felina.
Aria gritó y lanzó la lámpara. Él la esquivó fácilmente. La lámpara se estrelló contra el suelo, derramando aceite.
—Perdona la intrusión —dijo el hombre, manos arriba.
—¡Sal de aquí o grito!
—No grites. Por favor. No te haré daño.
Dio un paso hacia la luz de luna.
Alto, atlético. Camisa blanca remangada hasta los codos. Pantalones oscuros. Cabello negro despeinado. Y sus ojos... ámbar dorados, como miel bajo la luna. Mandíbula fuerte con barba de días. Sonrisa torcida.
Uno de los hombres más guapos que Aria había visto.
—¿Quién eres? ¿Cómo entraste?
—Por el balcón, obviamente.
—¡Estamos en el segundo piso!
—Soy buen escalador —su sonrisa se amplió—. Entre otras habilidades.
¿Un ladrón? ¿Asesino enviado por Viktor?
—¿Qué quieres?
—Vi luz en tu ventana. Curiosidad.
—¿Curiosidad? ¿Entras a habitaciones de mujeres por curiosidad?
—Solo a las que parecen interesantes —sus ojos la recorrieron—. Y tú eres la más interesante de todas.
—No sé de qué hablas.
—La chica que dijo 'no merezco ser reina' —se acercó lentamente—. Esa frase me gustó. En un salón lleno de mentirosas, fuiste la única que dijo algo real.
Aria retrocedió hasta que su espalda chocó contra la pared.
—¿Por qué estás aquí realmente? —preguntó él—. No pareces del tipo que busca casarse con un príncipe.
—¿Y tú qué sabes de mí?
—Sé reconocer a alguien que huye. Lo veo en tus ojos. Conozco esa mirada porque la veo en mi espejo cada mañana.
—Todos huyen de algo.
—Cierto. ¿De qué huyes tú?
—De todo.
La palabra quedó suspendida entre ellos. El hombre la miró durante un momento largo, y Aria sintió una conexión que no podía explicar.
—Yo también —susurró él.
Se movió hacia la silla junto a la ventana y se sentó, estirando sus piernas. Aria permaneció de pie, guardia en alto.
—¿Trabajas en el palacio?
—Algo así.
—Respuesta evasiva.
—Aprendí de la mejor. 'Del sur' es muy específico.
Aria casi sonrió.
—Touché.
—Me llamo Cassian.
El nombre la golpeó como un rayo. Aria se congeló.
—¿Cassian? ¿Cassian como...?
—Como el príncipe. Sí.
Aria retrocedió, intentando hacer reverencia torpemente.
—No —dijo Cassian bruscamente, levantándose y deteniendo sus manos—. Por favor, no hagas eso.
El calor de su toque se extendió por los brazos de Aria.
—Debí... debí haberte reconocido. Lo siento...
—No quiero que me reconozcas. Quiero que me veas. ¿Entiendes la diferencia?
Aria lo miró, perdida en esos ojos ámbar.
—Aquí soy solo Cassian —continuó, acercándose más—. No el príncipe. No el futuro rey. Solo un hombre cansado que no puede dormir y busca algo real.
—¿Por qué viniste a mi habitación?
—Porque fuiste la única hoy que no mintió —levantó una mano y apartó un mechón de cabello de su rostro—. Dijiste la verdad: nadie merece nada. Todo se gana.
Sus ojos bajaron a sus labios antes de regresar.
—Y yo quiero ganarte a ti.
El aire se volvió denso. Aria podía sentir su calor, escuchar su respiración acelerarse. Estaban a centímetros.
Cassian comenzó a inclinarse hacia ella, cerrando los ojos lentamente. Aria sintió sus párpados volverse pesados, su cuerpo inclinándose hacia adelante.
Sus labios estaban a milímetros cuando los gritos desgarraron la noche.
Ambos se separaron bruscamente. Cassian corrió hacia la puerta y la abrió. Aria lo siguió.
El pasillo era caos absoluto. Candidatas en camisones corriendo. Guardias con espadas desenvainadas. Sangre manchando el mármol blanco.
En el centro, Lady Celeste estaba de rodillas, manos cubiertas de sangre, gritando histérica:
—¡Asesina! ¡Hay una asesina entre nosotras!
Junto a ella yacía una joven pelirroja. Lady Verity. Su cabello rojo empapado en sangre. Sus ojos abiertos pero vacíos.
Y en la pared, escrito con sangre:
'LA PRÓXIMA SERÁ LA IMPOSTORA'
El sonido de botas resonó. Kieran Ashford apareció, uniforme a medio abrochar, cabello despeinado. Sus ojos fueron directo a Cassian. Luego a Aria junto a él.
Su expresión fue indescifrable.
—Todos a sus habitaciones. Ahora —ordenó.
Las candidatas obedecieron. Pero Celeste permaneció en el suelo, y Aria se quedó junto a Cassian.
Kieran se arrodilló junto a Verity, buscando pulso.
—Aún respira. Apenas. Médico real. Ahora.
Dos guardias corrieron. Kieran se puso de pie.
—Lady Celeste. ¿Qué pasó?
Celeste levantó su rostro, lágrimas corriendo por sus mejillas.
—Estaba en mi habitación. Escuché ruido. Salí y... —señaló a Verity—. Ella estaba ahí. Con un candelabro. Me dijo que eliminaría a las favoritas una por una.
—¿Por qué te atacaría?
—No lo sé. Tal vez porque todos dicen que soy la favorita. Estaba celosa.
—¿La golpeaste tú?
—¡Tuve que defenderme! Forcejeamos. Intenté quitarle el candelabro. Ella cayó y...
Sollozó más fuerte.
Kieran observó la escena. Luego se giró hacia Aria.
—¿Qué hacías despierta, Aria Valdés?
—No podía dormir.
—¿Y el príncipe? ¿Él tampoco podía dormir... en tu habitación?
Silencio incómodo.
—Yo estaba... —comenzó Cassian.
—No le pregunté a usted, Alteza.
La tensión entre ambos hombres fue palpable.
—Escuché los gritos —dijo Aria—. Salí a ver.
—Tu habitación tiene vista al pasillo. ¿Viste algo antes?
Aria cerró sus ojos, forzando su memoria.
—Pasos. Escuché pasos rápidos.
—¿De dónde?
—De la dirección de la habitación de Lady Celeste.
—¿Antes o después del ataque?
—Antes.
Sus miradas se mantuvieron. Algo pasó entre ellos, un reconocimiento mutuo.
—¿Insinúas que Lady Celeste miente?
—Insinúo que alguien corrió desde su habitación hacia aquí. No al revés.
—¡Miente! —gritó Celeste—. ¡Intenta culparme!
Kieran levantó una mano. Silencio instantáneo.
Se acercó al cuerpo de Verity.
—El golpe fue desde atrás. No de frente.
Cassian se acercó.
—¿Qué significa eso?
—Si Celeste se defendía, el golpe sería frontal. Este golpe fue emboscada. Alguien la atacó por la espalda.
—¡Ella se dio la vuelta! —protestó Celeste—. En el forcejeo...
—O tú la atacaste por la espalda.
Cassian dio un paso hacia Kieran.
—Kieran, necesito hablar contigo. En privado.
—Con todo respeto, Alteza, esto es investigación militar.
—Es mi palacio.
—Y mi responsabilidad mantenerlo seguro.
Los dos hombres se miraron, choque de voluntades.
Kieran rompió el silencio.
—Oficialmente, esto fue un accidente. Lady Verity resbaló y cayó.
—¿Qué? —Aria no pudo contenerse—. ¡Pero el mensaje!
—Ya fue limpiado. No existió.
—¿Por qué encubrir un asesinato?
Kieran se acercó, voz baja y peligrosa.
—Porque si se sabe que hay asesina, la selección termina. El rey muere sin heredera. Y el reino cae en caos. Miles morirán. ¿Entiendes?
Miró a Aria y Celeste.
—Pero yo sabré la verdad. Y la asesina pagará con su vida.
Con esas palabras, dio órdenes para transportar a Verity y dispersó a los guardias.
Cassian acompañó a Aria a su habitación. Caminaron en silencio.
—¿De verdad escuchaste pasos?
—Sí.
—Kieran te creyó.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque de lo contrario, estarías arrestada.
Llegaron a su puerta.
—¿Por qué mentiste sobre lo que yo hacía en tu habitación?
—Porque decir la verdad habría sido peor. Para ambos.
Cassian sonrió tristemente.
—Tienes razón.
Levantó sus manos y tomó su rostro.
—Aria, hay algo en ti. Desde que te vi diciendo verdades que nadie más se atrevía... quiero protegerte. Déjame.
—Nadie puede protegerme de lo que viene.
—Déjame intentarlo.
Se inclinó y la besó. Suave pero desesperado, dulce pero cargado de urgencia. Aria se permitió perderse por un momento, sus manos aferrándose a su camisa.
Pero la realidad se impuso. Aria rompió el beso, retrocediendo.
—No puedo. Yo... no puedo.
Entró a su habitación y cerró la puerta, dejándolo solo. Cassian permaneció allí, frente recargada contra la madera.
Dentro, Aria se movía con paranoia. Revisó debajo de la cama, el armario, el balcón.
'LA PRÓXIMA SERÁ LA IMPOSTORA'
Alguien sabía.
Entonces lo vio: un sobre blanco bajo su puerta.
Lo abrió con manos temblorosas.
Una fotografía cayó. Borrosa pero inconfundible: Aria en un mercado mientras Viktor contaba monedas. Su compra.
La nota decía:
"Sé quién eres. Sé por qué estás aquí. Tenemos que hablar. Mañana. Jardín este. Al amanecer. Ven sola o todos lo sabrán. -V"
Viktor estaba dentro del palacio.
Aria no durmió. A las cinco de la mañana, se vistió con ropa oscura y salió.
El jardín este estaba bañado por luz rosada. El cielo se teñía de rojo sangre.
Y entonces lo vio.
Viktor apoyado contra una fuente, sonriendo. Vestía ropas de sirviente del palacio.
Pero no estaba solo.
Junto a él, con ojos vendados y boca amordazada, había una chica de dieciséis años. Cabello castaño. Y cuando la brisa movió la venda, Aria vio un destello de ojos verdes.
Sus mismos ojos.
Su hermana menor. Lila. La que creía muerta hace dos años.
El mundo se detuvo.
Viktor habló con voz suave y letal:
—Hola, Aria. O debería decir... Princesa Arianna de Valdoria. ¿Sorprendida de ver a tu hermanita? Yo también cuando descubrí que sobrevivió al incendio de tu palacio.
Sacó un cuchillo. Lo presionó contra la garganta de Lila. Una gota de sangre brotó.
—Ahora, mi querida princesa fugitiva, las reglas: Harás exactamente lo que te diga. Cuando te lo diga. Sin preguntas. Porque si no...
Presionó más fuerte.
—...tu hermana será la próxima en sangrar.







