UNA GUERRA QUE APENAS COMIENZA.
UNA GUERRA QUE APENAS COMIENZA.
El club olía a alcohol caro, perfume denso y decisiones equivocadas. Las luces neón parpadeaban sobre las mesas mientras cuerpos jóvenes se movían al ritmo de un DJ sin talento. Era uno de esos lugares donde los secretos se emborrachan rápido y las consecuencias llegan con resaca.
Y ahí, justo en el centro de ese caos disfrazado de libertad, Kiara Dervishi estaba sentada sobre las piernas de Landon Hale.
Reía.
Mientras Landon le susurraba algo al oído, hasta que sintió una presencia, su silueta se recortó entre las luces como una sombra que no debía estar ahí. Nadie lo anunció, nadie lo frenó, nadie se atrevió a moverse, el simplemente avanzó entre la gente y sus ojos buscaron, con la pistola ya lista estaba en su mano derecha.
Y entonces la vio.
Kiara. Sentada, sobre ese imbécil y ese imbécil... con las manos en sus muslos.
—Cinco segundos, cabrón —dijo Eros desde el otro lado del salón—. Tienes cinco segundos para quitarle las manos de encima a mi hij