Cristina
—Llega tarde. —Alex miró su reloj, frunciendo el ceño, pronunciando sus primeras palabras sinceras desde que se sentó junto a la chimenea. Tomó un sorbo lento de whisky, sin apartar la mirada de la puerta principal, por donde Gabriel, con suerte, aparecería.
Tiré de mi vestido, la tela tensa por encima de las rodillas, sintiéndome un poco cohibida, no inquieta por la atención de Alex, sino provocada por su inesperada franqueza. Me observó un instante, con la mirada más larga que compartimos en semanas.
—No llega tarde—, corregí. —Llegamos temprano y no pasa nada. Llegará pronto—. Eso esperaba, al menos, considerando que Gabriel tenía fama de impuntual. Ni siquiera se conocían, y según los amigos de Alex, Gabriel toleraba el estrés al mínimo.
—Me sorprendería—, dijo Alex con voz grave, sentado tranquilamente y con los hombros hacia atrás dentro de un traje gris carbón.
—No te hagas el importante. No se ve bien —la regañé, observando a Camilla junto a la barra esperando su bebi