Mila suspiró, levantó el café que me había traído y tomó un sorbo del suyo. —No quería molestar—, dijo con cierta timidez.
—No lo hiciste. Y gracias por escucharme tan rápido. Espero no haberte pillado desprevenida. —La acerqué y la guié hasta la silla donde Lina acababa de sentarse.
—Eso parecía muy serio—.
Los abogados hacen que todo parezca serio. Incluso el almuerzo es un debate.
—Espero que no para nosotros. ¿Puedo invitarte a salir más tarde? Sé que anoche fue un poco caótico y no te lo puse fácil precisamente—. Su tímida respuesta fue la forma de disculparse de Mila. Siendo sincera, no manejó muy bien la alarma de incendios, aunque yo tampoco. No estaba en posición de juzgarla, y desde luego no quería que se sintiera mal.
—Fue una situación tensa. Toda la noche lo fue.— Suspiré. —Pero sí, vamos a comer.— Necesitaría tiempo fuera de la oficina, y estaba seguro de que Cristina no consideraría comer conmigo, no después de nuestra mañana juntos. Pensaba en ella incluso ahora, en lo