Es más de medianoche cuando entramos al ático.
Renzo me tira contra su cuerpo y me besa.
Sus manos se plantan en mi trasero.
—Necesito tenerte ya.
—Idem —susurro pegada a su boca.
Llegamos al salón y cuando creo que vamos a subir las escaleras.
Me lleva hasta el sofá del mismo.
—¿Qué haces? —rio en voz baja y algo mareada.
Nuestra ropa está húmeda y estamos hechos un desastre.
—Abre las piernas—ordena cayendo de rodillas.
Lo hago, y sus manos suben por mis piernas.
Sus dedos llegar a mi clítoris y comienza a frotar con un ritmo torturador
—Renzo —digo en medio de un gemido.
—Voy a comerte el coño aquí.
—Si —asiento, agitada y abriendo más las piernas.
Me muerdo el labio cuando esparce mi humedad y vuelve a frotar el nudo de nervios entre mis piernas.
Pero, regreso a la realidad cuando escucho a alguien aclararse la garganta.
Renzo y yo saltamos en nuestro lugar y con horror veo a Gianna de pie en lo alto de la escalera colorada.
—Solo iba por agua —dice, azorada.
Oculto el rostro en e