Ambas son positivas.
Jodidamente, perfecto.
Siento como me mareo y las náuseas vienen a mí al ver el resultado.
—No es cierto —susurro, y siento que voy a vomitar al ver las dos pruebas.
—Esto está mal —señalo y me rio.
Una risa nerviosa.
¡Joder!
—No puedo estar embaraza, Bianca. ¡Tengo un maldito Diu! —exclamo en un susurro, mi voz es casi histérica y estoy respirando con dificultad.
—Entonces, debe ser un error —abre sus ojos pálidos.
Toma una de las pruebas.
—Esta dice que estoy de entre cinco y seis semanas ¡Joder! —Toma la segunda prueba.
Esa dice, de dos a tres semanas.
Me muerdo los labios.
Si ese resultado es real. No sé qué voy a hacer. Renzo y yo no hemos hablado del futuro. Estamos construyendo una relación, y un bebé, en este momento, no creo que lo haga saltar de alegría.
—Sam.
Niego y las lágrimas me asaltan.
—Que se supone que voy a hacer con un bebé —susurro. —Renzo y yo nos conocemos, ¿Qué? Hace cinco minutos —resoplo.
Me limpio la mejilla.
—Sé que estas asustadas —se