CAPÍTULO 17

Abriendo la puerta de su despacho tras llegar un poco tarde, haciendo saber a todos que algo tenía que estar pasando ya que Diego no era de los que les gustaba aprovecharse cuando era el CEO de la empresa, una sonrisa se dibujó en su rostro al ver la imagen de su amigo sentado en la silla frente a su escritorio con una taza de café en las manos.

—¡Edmund! —le saludó Diego.

El hombre que se llamaba Edmund se levantó.

—Dios escuchó mis plegarias. Pensé que no vendrías—. Edmund abrazó a su amigo, dándole un par de palmadas en la espalda.

—Por favor, toma asiento, Edmund. ¿En qué puedo ayudarte ahora?

—¡Eh, hombre! ¿Crees que estoy aquí por algo? ¡Venga ya! Ya no soy esa clase de hombre.

Diego se rió. —Si tú lo dices.

—En fin, sólo vengo a despedirme, Diego.

Diego le miró sorprendido. —¿Cómo? ¿De dónde? Quiero decir, ¿por qué? ¿Adónde vas?

Edmund sonrió. —Mi labor ha terminado aquí. Ya sabes, nuevas competencias cada día que siento que ya no me necesitan.

Aquellas palabras sonaron como la
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