Capítulo 8. El comienzo del caos.
Ares ni siquiera esperó a que el chofer le abriera la puerta.
Él mismo arrastró a Lyanna hasta el coche, sujetándola de la muñeca como si temiera que huyera corriendo.
—¡Suéltame, me estás haciendo daño! —exclamó ella, tratando de apartarse.
—¡Cállate y entra! —gruñó él, empujándola dentro del vehículo.
Ella cayó sobre el asiento, golpeándose el brazo con el borde de la puerta. Apenas alcanzó a enderezarse cuando Ares entró y el coche arrancó con brusquedad. La puerta se cerró con un portazo que retumbó.
Lyanna respiraba agitada, con el corazón golpeándole en el pecho.
—No tenías derecho a tocarme así —murmuró.
Ares volteó hacia ella con una mirada helada.
—No me desafíes —escupió—. Si quieres jugar a ser la víctima, hazlo cuando estemos solos. En público solo te quedas callada y sonríes. ¿O es muy difícil para ti no arruinarlo todo?
Lyanna apretó los dientes.
—Lo único que arruina todo eres tú —respondió, sin miedo.
Ares soltó una risa amarga.
—Claro. Porque yo fui el que se dejó man