Capítulo 50. La huida inesperada.

Dentro del estudio, la discusión entre madre e hijo continuaba.

Eleanor se pasó la mano por la cabeza, sin poder contener esa mezcla de molestia y decepción que le había producido la confesión de su hijo.

—¡Me mentiste! —jadeó—. ¡Me has hecho parecer una histérica! Me hiciste atacar a una mujer que sabías que era inocente. Qué decepción contigo, hijo.

—No te mentí, madre. Te oculté la verdad para protegerla a ella. Y te lo advertí: te metías en lo que no te importaba.

—¡Pero, Ares! ¿Por qué? ¿Por qué la haces pasar por tu esposa? ¡Es la gemela de Lena!

Ares se acercó a la silla, sus ojos fijos en los de su madre. La rabia se había convertido en una confesión desnuda.

—Lo sé, pero ella es diferente, auténtica, sincera, amorosa. Es perfecta, mamá, y solo insistiendo que era Lena, podía presionarla para que se quedara conmigo.

—Eso es absurdo... una completa locura, Ares —insistía Eleanor—. No puedes construir una relación sobre una mentira así. Yo ensañada contra ella, creyéndola mentir
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