POV Ángela
La oficina de Bruno tenía un aroma a madera, a humo de cigarrillo viejo y a un whisky costoso. Pero había algo más, su esencia. Una sensación de riesgo que me había envuelto desde que pisé su mundo. Ese anhelo que había reprimido, guardado, enterrado. . . hasta este momento.
He compartido mis secretos. Le revelé que sentía amor por él. Y él hizo lo mismo. Allí, entre bebidas y verdades, era claro que no había vuelta atrás. Éramos dos luchadores, dos seres marcados, dos cuerpos destinados a cruzarse. No por simple suerte, sino por algo mucho más profundo. Más poderoso. Más oscuro.
Y también más puro.
No dijimos nada cuando nuestros labios se encontraron otra vez. No fue como el beso impulsivo del ataque anterior. Este era diferente. Intenso. Lento. Doloroso, en cierto modo. Como si cada instante sin contacto fuera una herida expuesta. Bruno me tomó de la cintura y me acercó a él, sin apuro, como si supiera que estaba al borde del abismo.
Mis manos recorrieron su cara, su bar