Elizabeth iba a contestar cuando se escuchó la voz de Andréi Morosov.
–Elizabeth, ¿qué está pasando aquí?
–Nada que te importe, estoy hablando con mi esposa –respondió con hostilidad Emiliano.
Andréi se aproximó y puso su brazo sobre los hombros de Elizabeth, provocando que Emiliano hiciera puños con las manos y con la cara roja de la ira le dijera:
–Tienes 3 segundos para soltar a mi esposa, respétala –exigió Emiliano.
–Estoy totalmente seguro de que en este momento la estoy respetando mucho más que tú en todo el tiempo que estuvieron casados. Ella y yo estamos comprometidos, ¿ves el anillo en su dedo? –preguntó mientras tomaba la mano de ella y se la mostraba–, se lo coloqué yo, así que asume tu derrota, firma el divorcio y déjala en paz.
Andréi giró llevándose con él a Elizabeth, quien no levantó la vista hacia él ni pronunció palabra alguna, se dejó conducir y entró al automóvil del ruso bajo la mirada de Emiliano.
En todo el trayect