SENTÍ SU PRESENCIA

Sentí una presencia que se acercaba a mí. Me quedé quieta y me negué a reconocer quién era. Con el rabillo del ojo vi que era Aixa. Llevaba una bata de seda morada y el bebé Xander estaba acurrucado contra su pecho. Tenía los ojos cerrados mientras mamaba tranquilamente y sus mejillas regordetas se hundían mientras succionaba. Era realmente lo más lindo que había existido.

Aixa y yo nos quedamos juntas en silencio, ambas mirando fijamente la noche. Una ligera brisa inundó el balcón mientras estábamos afuera. Se oían grillos, la luna brillaba en los cielos oscurecidos y las estrellas iluminaban su camino. La luna y las estrellas tenían la misma historia. La luz en la oscuridad, aunque también tenían grietas. Sin embargo, todo lo que veíamos era belleza. Nuestros ojos no reconocían sus defectos.

¡Qué irónico fue!

—¿No puedes dormir?— Aixa rompió el silencio primero.

—En realidad, no —suspiré.

—Puedes hablar conmigo si quieres. Lo sabes—.

Apreté los labios y cerré los ojos. ¿Cómo... cómo
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