Vladislav
La noche se extendía como un manto de terciopelo negro sobre la ciudad. Desde la ventana de mi estudio, observaba las luces distantes mientras giraba lentamente la copa de sangre entre mis dedos. El líquido carmesí reflejaba la luz de las velas, hipnótico como los ojos de Luna cuando se enfurecía.
Habían pasado tres noches desde el ataque. Tres noches de búsqueda incesante, de interrogatorios y amenazas. Tres noches en las que el traidor seguía oculto entre nosotros, respirando el mismo aire, compartiendo nuestros espacios. La idea me revolvía las entrañas con una furia que no había experimentado en siglos.
El suave golpeteo en la puerta interrumpió mis pensamientos. No necesitaba preguntar quién era; su aroma inundaba mis sentidos incluso antes de que entrara.
—Adelante, Luna.
Entró con paso decidido, vestida completamente de negro. El entrenamiento de las últimas semanas había transformado su andar; ya no era la humana asustadiza que había traído a mi mansión. Ahora se mov