AMALIA.
Empiezo a despertarme y lo primero que noto, mucho antes de que abra los ojos, es un gran dolor de cabeza.
Hoy va a ser un mal día.
Abro los ojos, pero eso solo hace que me dé una gran punzada y mi dolor de cabeza se vuelva más agudo.
¡Ay, no! ¿¡Por qué!?
Me quejo y entierro la cabeza en lo que siento que es una almohada.
—Quejarte no te servirá de nada, mi chocolatina —me dice Huxley y yo solo me quejo—. Mejor levántate y date una ducha para ir a almorzar.
Abro los ojos con mucho pesar y lo veo parado a un lado mío en la cama.
—Me duele mucho la cabeza —él suelta una pequeña risa—. Y es desayunar, no almorzar.
—Te perdiste el desayuno —me revela mientras yo me voy sentando en la cama—. Anoche bebiste de más y te dormiste bastante tarde, por cierto, es divertido verte ebria.
Lo veo mal antes de percatarme de su vestimenta.
—¿De donde sacaste esa ropa? —le cuestiono.
—Le pedí a alguien del castillo que me la enviara, ya que tú estas usando la mía.
Lo veo confundida antes de ver