XXXIII

AMALIA.

—¿Se encuentra bien, reina?

Levanto la cabeza para ver al mayordomo delante mío.

—Sí, estoy bien, Bob —le contesto dándole una pequeña sonrisa. Me doy cuenta de su vestimenta— ¿Vas a salir?

—Así es —me responde—. Voy a ir a ver a unos amigos.

—Espero que te vaya bien.

—Yo también espero lo mismo —me dice—. Con su permiso.

Asiento y lo veo marcharse dejándome sola.

Veo la hora en mi celular para después dirigir la mirada al arbusto de rosas amarillas.

¿Cómo es que siempre se ven bien?

Siento unas manos en mis hombros y doy un pequeño salto en el asiento antes de escuchar una risa que conozco muy bien.

—Lo lamento —toma asiento en la silla a mi lado—. No quería asustarte.

—Esta bien.

—¿Te sucede algo? —niego— ¿Entonces por qué ese estado de animo?

—Ha de ser por el clima —le contesto—. La lluvia siempre hace que me sienta muy desanimada y con sueño.

—En unas horas saldrá el sol —me dice— ¿Has visto a Bob?

—Acaba de irse, dijo que iba a visitar a unos amigos.

—Ah, cierto, hoy es
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