Mundo ficciónIniciar sesiónLa dacha ardía como pira funeraria mientras Diego corría hacia el infierno que él mismo había elegido.
Las llamas lamían los marcos de las ventanas como lenguas hambrientas, convirtiendo la estructura de madera en una antorcha contra el cielo nocturno de Moscú. El aire olía a pólvora y humo acre, mientras el sonido de disparos automáticos cortaba la noche como cuchillos. Diego se movía entre los abetos, su respiración formando nubes de vapor en el frío que contrastaba brutalmente con el calor infernal que emanaba de la casa.
Había corrido los últimos tres kilómetros desde donde el helicóptero de Valentina había desaparecido en la distancia, llevándose con él a Hermann Jr. y la única parte de su alma que aún valía la pena salvar. Pero no podía dejar a Dimitri. No después de todo lo que el ruso habí







