Mundo ficciónIniciar sesiónDimitri Volkov no perdía tiempo con sentimentalismos: a las 6 AM del día siguiente, el entrenamiento de Diego había comenzado.
El sótano de la dacha se había transformado en una cámara de tortura disfrazada de centro de entrenamiento. Las paredes de concreto sudaban humedad mientras las luces fluorescentes parpadeaban con un zumbido constante que se clavaba en los nervios como agujas. Diego yacía en el suelo, jadeando, mientras sangre fresca goteaba de su labio partido sobre el concreto manchado.
—Levántate —ordenó Anastasia Volkov con la misma frialdad que usaría para pedir té—. En Seychelles no tendrás tiempo para lamentarte.
Diego se incorporó con esfuerzo, cada músculo de su cuerpo protestando. Cinco días de este infierno habían convertido su físico de ejecutivo en algo más primitivo, más peligroso. Las manos







