Mundo ficciónIniciar sesiónLa celda de aislamiento medía exactamente dos metros por dos metros, aunque para Diego podría haber sido una tumba de dimensiones infinitas. La oscuridad era casi absoluta, rota apenas por una luz tenue y enfermiza que parpadeaba ocasionalmente desde algún lugar alto en el techo invisible. Las paredes de concreto tosco lo rodeaban con una frialdad que penetraba hasta los huesos, y el aire olía a humedad rancia mezclada con algo que podría haber sido desesperación condensada de todos los hombres que habían estado aquí antes que él.
Día uno.
Diego se sentó en el suelo helado, con la espalda presionada contra una de las paredes ásperas, y comenzó a contar las grietas que recorr&iacut







