Zahar se vendó la mano rota, y luego llenó su rostro y cuello de la sangre. Miró en un espejo su labio partido y tembló ante el pensamiento de que volvería a ver el rostro de Kereem de nuevo.
Sin embargo, podía jurar que estaba buscándola para vengarse de ella, y sobre todo de su padre.
Se sentó en ese sofá viejo esperando, ya habían pasado dos días aquí, y la tranquilidad, la ausencia de sonido en absoluto solo le decían que todo estaba a punto de estallar.
Y ella estaba más que lista.
—Señor… debemos salir de aquí ahora… —Aziz levantó la mirada cuando estaba en medio de un juego de póker y frunció el ceño.
—¿Salir? ¿A dónde carajos, Bakir?
—A alguno de los escondites, señor. Estamos viendo sobrevolar equipo militar. Estoy seguro de que en minutos comenzarán a atacar.
Aziz frunció el ceño y se levantó tan rápido como pudo. Bakir comenzó a salir escoltándolo con sus hombres, mientras Aziz marcaba el número y colocaba su teléfono en la oreja.
Los tonos comenzaron a sonar uno tras otro