El camino le pareció interminable. Gotas de sudor se deslizaron por sus mejillas mojando su pecho. Le tomó mucho encontrar una intersección para perderse en otra calle. Las casas eran enormes; así que sólo pudo pasar unas cuantas antes de agotarse por completo.
Aunque estaba acostumbrada al esfuerzo físico y podía caminar por horas sin cansarse, el correr de esa manera, en un lugar desconocido, fue demasiado que afrontar. Así que su cuerpo no lo soportó. Sus piernas se debilitaron justo al esconderse tras una bloque sobresaliente de la pared de una casa. La oscuridad la cubrió, ayudándole a camuflarse en el paisaje.
Había salido sola del lugar. Empezó a hacerse la idea de que Juan probablemente nunca saldría si no tenía la misma suerte que ella. Quizás nunca